MUHAMMAD ALÍ, POLÍTICAMENTE INCORRECTO



Hace exactamente 50 años, Muhammad Alí, el campeón de los pesos pesados, fue llamado a combatir en la Guerra de Vietnam, evento sangriento que por esos años aún constaba de popularidad en la sociedad norteamericana y que el campeón no tuvo reparos en rechazar. Que un negro del sur de Estados Unidos fuera capaz de desafiar el patriotismo y criticar la ambigüedad del discurso nacionalista, a costa de todo, sigue siendo un referente de valentía, convicción y humanidad.

En 1955 comenzó el conflicto bélico de Vietnam que enfrentó al bando del norte (con el apoyo de China y la Unión Soviética) y del sur de dicho país (con el apoyo de Estados Unidos), guerra que continuaría durante 20 años. Por esa misma época, un joven adolescente de Louisville, Kentucky, llevaba algunos meses practicando el boxeo, con el propósito de vengarse de quien alguna vez le había robado la bicicleta, siendo su entrenador un policía blanco aficionado al ring. 5 años después, el conflicto armado adquiría ribetes catastróficos, Estados Unidos se había comprometido alimentando la guerra y el terror al dominio comunista generaba un apoyo mayoritario por parte de los norteamericanos. A su vez, Cassius Clay, el joven de Louisville, ganaba la medalla de oro en boxeo durante los Juegos Olímpicos de Roma, comenzando una carrera meteórica que prometía romper el récord de campeón mundial más joven que ostentaba Floyd Patterson, el conejo, con 21 años en 1957.
No obstante, fallaría por poco. Con 22 años, en 1964, y derribando todos los pronósticos, venció al poderoso y ex convicto Sonny Liston en Miami. Sin embargo, si aquello constituyó una sorpresa para el deporte de los guantes, la noticia que daría al otro día remecería al mundo. Cassius Clay pertenecía a la Nación del Islam, radical movimiento religioso negro liderado por el cuestionable Elijah Muhammad y que tenía entre sus puntas de lanza al influyente activista y brillante orador Malcolm X. De tal manera, ya no usaría su nombre de esclavo (Clay como Johnson, James, Jackson, etc. son los apellidos de los dueños blancos que se transmitía a los esclavos negros), sino que Muhammad Alí: “El amado de Dios”.
En la cima del boxeo mundial, Muhammad Alí no tuvo reparos para dar rienda suelta a su veloz bocaza. Si antes de ser campeón era capaz de señalar en qué round derribaría a su rival (y lo cumplía), siendo el número uno se convirtió en foco ineludible de la prensa: autor de poemas que describían su próxima pelea, polémico en su soberbia de campeón y políticamente incorrecto en cuanto a la problemática de discriminación racial que hervía por esos años en el país del norte. Defensor a ultranza de su religión y nuevo nombre, fue capaz de castigar sin misericordia en el ring al ex campeón Floyd Patterson y a Ernie Terrell, sólo porque lo llamaron Cassius Clay y no Muhammad Alí, no sin antes derrotar a Sonny Liston en la revancha de 1965 con el afamado golpe ancla en el primer round: un golpe recto y potente que sólo pudo ser percibido en cámara lenta.
Miles de afroamericanos vieron en Muhammad Alí un ejemplo a seguir. Según varios activistas, la desafiante y osada actitud del campeón le enseñó a su raza a levantar la cabeza, sacar la voz, sentirse orgulloso, incluso altanero y vanidoso. Si Malcolm X (asesinado en 1964, probablemente por miembros de la Nación del Islam) representaba la posición radical dentro del movimiento negro; si Martin Luther King, asesinado en 1968, representaba “poner la otra mejilla”; personalidades como Muhammad Alí o James Brown (que en 1968 sería capaz de lanzar la canción “Say it Loud, I’m black and I’m proud”) representaban un orgullo de raza que no necesitaba pedir disculpas, ni permiso: para Alí los derechos civiles no era algo por lo que se debía luchar, sino que para él era el piso mínimo desde donde se erigía su figura.
Sin embargo, su carrera viviría un vuelco radical en 1966. Invicto con cerca de 30 peleas profesionales, campeón del mundo en los pesos pesados y sin oponentes que le hicieran sombra, el gobierno de Estados Unidos cambió las bases de ingreso al ejército, quedando Alí apto para viajar a Vietnam (tiempo antes había sido rechazado por no pasar un test intelectual). Su rechazo fue controversial: se negó a enrielarse en el ejército argumentando objeción de conciencia y su naturaleza de ministro de la Nación del Islam. Cabe destacar que Alí fue la primera figura de tal envergadura pública en manifestar su oposición al conflicto bélico e iría más allá con sus declaraciones polémicas, que provocaron la crítica de la mayoría blanca e incluso negra (de alguna manera, que los afroamericanos participaran en la guerra era considerado como un reconocimiento de derechos civiles): “Ningún viet cong me ha llamado nigger”; "¿Por qué me piden ponerme un uniforme e ir a 10.000 millas de casa y arrojar bombas y tirar balas a gente de piel oscura mientras los negros de Louisville son tratados como perros y se les niegan los derechos humanos más simples? No voy a ir a 10.000 millas de aquí y dar la cara para ayudar a asesinar y quemar a otra pobre nación simplemente para continuar la dominación de los esclavistas blancos".
Naturalmente, el castigo no se hizo esperar: en 1967 fue condenado a 5 años de prisión, una multa de 10.000 dólares y la prohibición absoluta de boxear. Pero no fue a la cárcel liberándose bajo fianza. Durante los siguientes 3 años se dedicó a fortalecer su activismo religioso, a dar charlas por todo Estados Unidos e incluso participando en obras teatrales; mientras, en paralelo, crecía el rechazo social a la guerra de Vietnam.
Si bien le habían quitado los mejores años de boxeo, en 1970 –tras un dictamen judicial- reapareció con el mismo talento: en 1974 alcanzaría nuevamente el cetro mundial en el evento deportivo más grande del siglo XX según revistas deportivas especializadas, contra George Foreman en Zaire; y en 1978 lo retomaría, alzándose como el primer boxeador en ser campeón mundial en tres ocasiones.
Actualmente, sufre del mal de Parkinson, oponente ante el cual el “bocazas de Louisville” despliega sus últimas peleas, sin perder su afilada verborrea: cuando el 2001 un periodista le emplazó por compartir la misma religión que los terroristas del world trade center, Alí picó como una abeja: “¿Y cómo te sientes tú por compartir las mismas creencias que Hitler?”.

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